miércoles, 17 de diciembre de 2008

Los últimos días de Federico Moura

Unos agradables días en el balneario de Leblon, en Río de Janeiro (Brasil), alternados con prolongadas sesiones de grabación de lo que sería el séptimo álbum de la banda argentina Virus (Superficies de Placer), se transformaron en el principio del fin de Federico Moura, pero a su vez, significaron el nacimiento de una leyenda.

Federico José Moura Oliva nació un 23 de Octubre de 1951, en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires. Era el cuarto de seis hermanos. Desde muy pequeño, se interesó por la música. A los 4 ó 5 años su madre lo sentaba junto al piano a tocar a 4 dedos.

Ironías de la vida, los días de calor y clima agradable en ese lugar paradisíaco no evitaron que Federico sea embestido por una neumonía que lo postró en cama durante varios días. Cajas de antibióticos y otros tantos remedios se apilaban en su mesa de noche, pero resultaban inútiles para detener la tos y disminuir el estado febril que le impedían seguir trabajando con sus compañeros en los estudios Somlivre.

Acompañado de Daniel Sbarra, guitarrista de la banda, Federico se sometió a un test detector del Sida -por entonces, un mal que recién se estaba conociendo por estos lares septentrionales-. Lo que se sospechaba: las pruebas resultaron positivas. Una tremenda consternación se apoderó de los demás integrantes del grupo. Si bien Federico quedó impactado, quienes estuvieron a su lado revelan que tomó la infausta noticia con tranquilidad y que, inclusive, fue capaz de hacer algunas bromas sobre su condición.

Estudió arquitectura y militó en el siloísmo, corriente político filosófico que hoy es el Partido Humanista. A mediados de la década del setenta, tras una corta estadía en Europa y Brasil, Federico inaugura en Buenos Aires una tienda de ropa marca Limbo. Tuvo un gran éxito, pero decidió abandonar el negocio porque -según dijo- le aburría estar detrás del mostrador.

Aunque su salud estaba disminuida, Federico logró superar la neumonía y se puso a la orden para culminar la grabación del álbum. Así, muy débil, con la piel estirada y varios kilos menos, el Superficies de Placer terminó de grabarse dentro de los días planificados y fue llevado inmediatamente a Nueva York para su mezcla en los estudios Record Plant.

En medio del desconcierto que se vivía entre los miembros su familia y la banda, Federico insistió en llevar adelante la promoción de la nueva placa. Y así ocurrió, como si nada pasara. Los días 20 y 21 de noviembre de 1987, Virus presentó el Superficies de Placer en el estadio Obras Sanitarias, rebautizado luego como estadio Pepsi Music y considerado el templo del rock argentino.

Al principio, el estilo glamoroso de la banda desbocó en insultos y agresiones en algunos recitales, siendo Federico el principal perjudicado. Muchos consideraban a Virus como una banda gay, aludiendo directamente a la homosexualidad de su vocalista y líder. En Lima, en julio de 1986, en el marco del Gran Estelar de la Feria del Hogar, Virus tampoco fue ajeno a algunas pifias e insultos de algunos sectores intolerantes de la platea.

Tras la grabación, en enero de 1998, del videoclip de Encuentro en el río musical, Federico decidió mudarse a un departamento ubicado en el barrio de San Telmo, en Buenos Aires. Sus hermanos y allegados revelaron que Federico, en lugar de mostrar amargura y desazón, dejaba fluir de su interior mucha paz en su trato con los demás, pese a que su deterioro físico era cada día más notorio.

Federico Moura produjo el primer disco de Soda Stereo. La placa incluyó un tema de la autoría de Daniel Melero (Trátame suavemente), que Federico intento excluir en un primer momento. Asimismo, estuvo a un canto de no incluir Un misil en mi placard, pues lo notaba demasiado influenciado por The Police.

El último show en vivo de Federico Moura, a la cabeza de Virus, tuvo lugar el sábado 21 de mayo de 1988, en el cine teatro Fénix, en el barrio de Flores en Buenos Aires. No obstante, si bien se alejó de las luces y los aplausos, Federico no abandonó la música hasta el último aliento de vida. En la soledad de su hogar compuso temas como Esclavo, Venganza, Corazón medieval, Cruces, Éxito, entre otros; en donde se percibe ya un aura de melancolía propia del momento que vivía.

El álbum Locura, lanzado en 1985, fue el primer disco en la historia del rock argentino cuyo tema central aludía al sexo.


Muchos afirman que el epílogo de la vida de Federico Moura se aceleró debido a que suprimió su ingesta del fármaco contra el Sida, AZT, que le ayudaba a bloquear la reproducción del VIH. En lugar de ello, optó por la medicina homeopática a fin de depurar su organismo y ayudar a fabricar más y mejores defensas. En tanto, la banda Virus se enfocó en la tarea de grabar su octava placa, Tierra del Fuego. Como es lógico pensar, todo hacía presagiar que Federico no tendría participación alguna en la grabación de disco, sin embargo, otra sería la realidad.

En 1986, Virus editó el disco Virus Vivo, grabado en mayo de 1986 en el estadio Obras Sanitarias. La crítica consideró este trabajo como frío, tan igual como se mostraba la banda en vivo. Estas opiniones irritaban a Federico y consideraba nefasta la postura de la prensa.

Sobre la participación de Federico en Tierra del Fuego, unos dicen que acudió solamente a las dos primeras sesiones; otros, que sólo grabó la toma de Despedida nocturna, y unos cuantos, que nunca salió de su casa y que delegó la responsabilidad de poner la voz principal a su hermano Marcelo. En lo que sí hay acuerdo es que Federico supervisaba desde su lecho de enfermo los arreglos y demás detalles de cada una de las canciones.

A fines de la década del ochenta, el rock argentino quedó dividido en dos vertientes: el rock "glamoroso" personificado por bandas como Virus y Soda Stereo, y el rock "callejero" con agrupaciones como Sumo y Redonditos de Ricota a la batuta.

Tras un corto periodo internado en el Centro de Estudios Médicos e Investigaciones Clínicas (CEMIC), de Buenos Aires, Federico fue dado de alta. Para los médicos, la suerte del artista estaba echada. En el momento que regreso a casa pesaba casi 35 kilos. Pronto, toda la comunidad rockera (incluyendo a sus detractores) quedó conmocionada al enterarse del padecimiento de Federico. Días antes, él mismo se había encargado de informar de su estado de salud a aquellos amigos y conocidos a quienes no veía por mucho tiempo.

Uno de los hermanos mayores de Federico, Jorge, militaba en el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), razón por la cual fue secuestrado en su mismo hogar a la vista de sus padres, hermanos, esposa e hija. Aunque Federico lamentaba profundamente la desaparición de su hermano, nunca hizo público el hecho ni mucho menos fue eje de algún tema musical del grupo.

Al asomarse la luna el martes 20 de diciembre de 1988, Federico invirtió las pocas fuerzas que le restaban para componer algunas canciones de tango. Minutos más tarde llamó a sus padres para cantarles una última canción y tras un “buenas noches papá, buenas noches mamá”, colgó y se arropó en su cama de dos plazas. La madrugada del 21 de diciembre, el artista dejó de existir a consecuencia de un paro cardiorespiratorio. Tenía 37 años de edad.

La noticia corrió como reguero de pólvora en los medios de comunicación y en el circuito de artistas bonaerense. Recién en la mañana del 22 de diciembre, los puestos de periódicos mostraban en grandes titulares la irreparable pérdida de uno de los símbolos más emblemáticos del rock argentino de esa época. En muchas portadas, la imagen de Federico iba acompañada de la de Luca Prodan (vocalista de Sumo, fallecido un 22 de diciembre, un año antes) y de Miguel Abuelo (voz de los Abuelos de la Nada, quien expiró ese trágico 1988, en marzo).

A siete meses del deceso de Federico, en julio de 1989, Virus presentó de manera oficial el disco Tierra del Fuego, en el teatro Coliseo de Buenos Aires. En el espectáculo homenaje participaron distintivos del rock che como Charly García, Andrés Calamaro, Luis Alberto Spinetta, Gustavo Cerati, entre otros.

La muerte de Federico Moura, hace veinte años, fue como el puntillazo final a una década plena de cambios sociales, razón por la cual, el estilo de Virus y en particular, el de Federico, fue muchas veces incomprendido y hasta vilipendiado. Y aunque digan que el mensaje de sus canciones suene superficial su modo refinado, moderno y desafiante de pararse en el escenario representa una influencia viva para muchas generaciones de hoy y de siempre.


Moura Forever
La figura de Federico Moura alcanzó tanta resonancia que en su honor se edificó una estatua en la plazoleta de La Prevención, ubicada en la calle Monteagudo, en el barrio de Parque Patricios. La iniciativa partió de la Asociación Civil Alfonso Farias, entidad sin fines de lucro que año a año realiza actividades informativas para prevenir el VIH y recauda fondos para ayudar a chicos huérfanos que viven con el VIH en su organismo.






Discografía de Virus

Wadu Wadu (1981)

















Recrudece (1982)


Agujero interior (1983)
















Relax (1984)

















Locura (1985)

















Virus Vivo I y II (1986)





































Grandes éxitos (1987)


Superficies de placer (1987)

















Tierra del fuego (1989)















Nueve (1998)
















América fatal (simple) (1998)


Obras cumbres (2000)

















Caja negra (2006)


martes, 16 de diciembre de 2008

Goody Two Shoes


A propósito del intento de zapatocidio contra mister Bush, me vino a la mente un tema de 1982: Goody Two Shoes; escrito e interpretado por Adam Ant, artista nacido en Londres en 1954 y bautizado como Stuart Leslie Godard.

Curiosamente, la expresión Goody Two Shoes difiere radicalmente de lo que representa Bush para todo el mundo. En Norteamérica esta frase alude a una persona excesivamente bondadosa, un santo de carne y hueso, una verdadera alhaja (en el mejor sentido de la palabra); en otras palabras, alguien que ya aseguró su butaca en el cielo al costado de San Pedro.

Pero la frase tiene un origen más remoto aún. Proviene de la obra The History of Little Goody Two Shoes, escrita en 1765 de autor anónimo. Al puro estilo de La Cenicienta, el libro narra la historia de Margery Meanwell, un niña muy pobre, huérfana de padre y madre, que anda por el mundo calzando un solo zapato. Un día de esos que solo ocurren en los cuentos de hadas, Margery se encuentra con un "tío billetón" que ve en ella un símbolo de bondad y ternura, así que, en recompensa, le regala un par de zapatos (qué tacaño). La pequeña, que no cabe en su propia felicidad, clama a todo el mundo que ahora tiene "dos bonitos zapatos" y se hace la promesa de hacer el bien a todos sin mirar a quien.

Con los años, Margery crece y se convierte en toda una mujer. Se gradúa de maestra y -como debe ser- se casa con un millonario...y colorín colorado, todos fueron felices. Misma telellorona mexicana.

Por supuesto que Margery no tiene nada que ver con el malo de Bush; más bien lo de millonario le debe caer a pelo al futuro expresidente del país más poderoso del planeta, habida cuenta de las millonarias ganancias obtenidas por sus empresas "amigas" que han succionado todo el oro negro de la antigua mesopotamia.

Mejor olvidemos al indeseable de Bush y escuchemos la buena canción de Adam Ant, quien, dicho sea paso, no es tampoco un modelo de conducta y, por lo tanto, está muy lejos de ser un Goody Two Shoes. Por eso me gusta su música, sino qué aburrido sería.



lunes, 15 de diciembre de 2008

¿Somos el Decano?

Dicen que la ignorancia es atrevida, esa es una sabia verdad. Aunque una verdad mucho más dolorosa sucede cuando algunos se atreven a jugar al ignorante sólo para llamar la atención y/o encender la chispa de la (inútil) polémica.

¿A qué viene toda esta monserga?. Pues a propósito de una "divertida" y "sabrosa" mención en la revista Somos, del diario El Comercio, el sábado 06 de diciembre, sobre la próxima visita de Iron Maiden a Lima.

Dice así:

"Iron Maiden confirma concierto para marzo de 2009 en Lima. ¡Guácala!...ya solo falta que venga el esperpento de Charly García".

Digo yo, ¿hace falta tanta agresividad y mala leche? Al parecer, este texto ha sido escrito por un redactor primerizo (con el respeto que se merecen los colegas juniors) para quien el nombre Iron Maiden le suena a club de fans vírgenes de Iron Man o a un grupo de travestis que usan brassieres Maidenform pero de lata. En fin.

Sin embargo, el domingo 14, Rafo Valdizán, crítico de música del referido diario y amo y señor de la muy leída sección Calle Rock salió a responder tremenda pachotada:

"Igual que a decenas de personas que nos han escrito por ese tema, me sorprendió leer aquello. Una cosa es que no les guste la banda, y otra es no reconocer su importancia, más allá de gustos personales. ¡Hábrase visto!".

Muy coherente la posición de Rafo y la suscribo del todo.

Es raro que en Somos, un añejo suplemento sabatino y engreído de la familia Miró Quesada se haya incurrido en tamaño desaguisado. No pretendo exagerar la nota, hacer una cuestión de estado ni mucho menos condenar a la pira al editor de dicha publicación (Oscar Malca); pero, hay formas de decir las cosas ¿no?.

Más raro es que el mismo Malca se haya tomado la libertad de permitir o, quizás, cometer esa ligereza, teniendo en cuenta su largo historial en el mundo de la música, sobre todo en el espectro rockero nacional. Tal vez los años no pasan en vano. Tal vez ahora prefiera escuchar a RBD, Daddy Yankee, Los Caribeños o al Grupo 5 (o como le dicen en Asia, Grupo Five). Algunos afirman que los hijos lo cambian a uno, ¿tanto así?. Pero bueno si eso lo hace feliz y un mejor ciudadano, bienvenido; aunque para la próxima no le vendría mal un poquito de respeto, ese que tanto predica el Decano desde hace más de 170 años.