miércoles, 4 de enero de 2012

Phil Lynott, Thin Lizzy y el primer himno del rock irlandés (homenaje al chico malo)




La noche del 25 de diciembre de 1985, Phil Lynott fue hospitalizado de emergencia debido una sobredosis de heroína. Casi diez días después, el 4 de enero de 1986, moría por un fallo del corazón y una neumonía. Tenía apenas 36 años de edad, mucho talento aún por ofrecer al mundo y un legado de imponentes canciones como cerebro de la banda Thin Lizzy.

Lynott dio su primer grito en West Bromwich, Reino Unido. Su padre fue un guyanés que lo abandonó cuando apenas tenía tres semanas de nacido, por eso él prefirió utilizar el apellido de su madre, de origen irlandés, Philomena Lynott, como distintivo en el ambiente artístico. La infancia de Lynott estuvo marcada por el alejamiento paterno y, posteriormente, el materno, pues si bien pasó sus primeros años en Moss Side, Manchester, se marchó a vivir con su abuela en Dublín, Irlanda.

Los siguientes gritos que daría Phil -esta vez acompañados ya de fina instrumentación- los dio a mediados de los sesenta con su primera banda The Black Eagles. Por ese tiempo conoció al batero Brian Downey y juntos formaron Thin Lizzy en 1969. El grupo quedaría conformado de la siguiente manera: Phil Lynott como cantante y bajista, Brian Downey como dueño de las baquetas, Eric Bell en la guitarra y Eric Wrixon en el órgano. Wrixon se alejaría al año siguiente, siendo reemplazado por Gary Moore, antiguo amigo de Phil en la banda Skid Row. 

Pese al lanzamiento de cuatro buenos álbumes y el exitoso single "Whisky in the Jar" (1973), la banda recién terminó de cuajar gracias a la inclusión de Scott Gorham y Brian Robertson, quienes le dieron el sonido guitarrero que los caracterizaría de ahí en adelante. Fue así como Phil y compañía encendieron a las masas en 1975 con el álbum "Fighting", que obtuvo aplausos de la crítica, y mucho más aún con el siguiente, "Jailbreak", en especial por una canción que se convertiría en el mayor éxito de la banda y un himno rockero de todos los tiempos: "The boys are back in town".

Los chicos malos volvieron para quedarse
La historia dice que fue el guitarrista Rory Gallagher quien internacionalizó la música irlandesa moderna, aunque con un estilo que tendía a no despegarse de los finos pero tibios toques blueseros. Tuvieron que asomarse Lynott y Thin Lizzy para demostrar que Irlanda era capaz de crear su propio sello rockanrollero y de alto voltaje. 

El arrebato armónico de las electrizantes y potentes cuerdas de Gorham y Robertson, en combinación con el melódico bajo de Phil Lynott, dieron vida a "The boys are back in town; una oda de 4 minutos y medio a los muchachos faltosos, esos que viven y se comportan a su manera sin nada que los detenga o prohíba. El tema se coló en las listas británicas el 29 de mayo de 1976 y se encaminó hacia su máxima posición en el puesto ocho. Una verdadera injusticia que no haya alcanzado la cima.

Sobre la naturaleza de la canción, si en algo estoy de acuerdo con muchos entendidos es que reproduce una atmósfera roquera creada por ruidosas motocicletas. Si cierras los ojos y la escuchas a volumen máximo es probable que percibamos a la banda sonora de un grupo jóvenes capaces de comerse al mundo con cáscara y todo. El estribillo -la frase del título repetida una y otra vez- y el riff son los elementos que convierten a esta canción en una pieza brillante de rock n' roll. 

A partir de su aparición y lanzamiento, todo lo demás llegó por sí solo. La revista Rolling Stone elogió a Phil Lynott por su forma de interpretar la canción y dijo, además, que "el doble de guitarra de Scott Gorham y Brian Robertson, fue crucial para el éxito de la canción". Hoy, "The boys..." se puede escuchar en la mayoría de los partidos de Rugby de Irlanda, casi como un himno nacional. 

Phil no lo sabía, pero cuando compuso esta canción, inconscientemente buscó homenajearse a sí mismo. Más allá de ser un excelente músico, compositor e intérprete, Lynott era un rebelde con causa, un chico malo y terco que hizo lo que siempre se le antojo hacer, incluso morir a su estilo. Como aquellos motociclistas que desafían al vértigo y a la velocidad sin temor a caer y poner fin a su vidas, para solo hallar la gloria en ese segundo precioso que se va con el viento.





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